lunes, 24 de junio de 2013

La correcta traducción de los títulos cinematográficos

  • La difícil tarea de traducir los títulos cinematográficos
  • El primer error es suponer que la responsabilidad de este trabajo es de un traductor oficial
  • El autor se guía por criterios artísticos que chocan con los deseos de los productores


Para titular una obra  el autor debe buscar un concepto atractivo y conciso que resuma el contenido global de su creación. Hay autores como Saramago que piensan en el título como en el germen de la inspiración, una vez han definido las palabras que lo forman, dejan que la obra se desarrolle por sí sola. Cada autor tiene sus preferencias. En el cine, sin embargo, el autor cuenta con un margen de movimiento mucho menor. El título se vuelve así un instrumento de marketing empleado para captar clientes y muchas veces su elección genera conflictos.


La larga tradición que existe en España y toda América Latina de traducir los títulos de las películas ha sido y es una labor pocas veces entendida. Durante décadas ha habido una discusión innecesaria sobre la idoneidad de esta práctica tan arraigada, y en pocas ocasiones se ha valorado con justicia el aporte que estas traducciones representan para nuestra cultura y el cine en general. El primer error que se comete es suponer erróneamente que esta importante tarea es responsabilidad de un traductor oficial o al menos licenciado en algún idioma, pero la realidad es que este fundamental cometido de traducción es competencia de las distribuidoras locales, sin que ello implique tener conocimientos lingüísticos.

El autor se guía por criterios artísticos que chocan con los deseos de los productores pero cuando una película se exporta fuera de su país, la titulación depende solo de la distribuidora, no existe un contrapeso que se oponga a las demandas económicas. Solo el sector especializado funciona como tal, pero su voz, pese a ser escuchada, no influye en las decisiones finales.

La casi ya centenaria costumbre de traducir con responsabilidad los títulos de películas extranjeras es una práctica histórica y arraigada en el tiempo. Un temprano ejemplo fue la primera aparición de Charlot en la gran pantalla en 1914. El título original ‘Making a Living’ se podría haber traducido por ‘Ganándose la vida’, poco original y demasiado amplio, siendo moralmente necesario su cambio por ‘Charlot, periodista’. La lista de títulos traducidos es casi infinita y constante a lo largo de los años, abarcando a todos los géneros, nacionalidades, grandes producciones, películas de series B, independientes, etc.

Hay títulos que son considerados mejores que los originales pero siempre suelen infravalorarse, cuando se habla de las  traducciones suele  ser sobre los malos resultados”, afirma Boero. “También hay ejemplos que agradan a todos como  ‘Tiburón’ (‘Jaws’) o ‘Centauros del desierto’ (‘The searchers’), convertidos ahora en estandartes. Una de las traducciones de la que todo el mundo se queja es ‘Olvídate de mí’ (‘Eternal sunshine of the spotless mind’). El nombre original es poético y melódico pero nada comercial. Es muy largo, traducirlo de forma literal hubiera confundido al espectador”.

Mucha de la gente que trabaja en el mundo del cine fuera de nuestras fronteras, especialmente aquellos que se hacen llamar guionistas o escritores, no sabe en gran medida cómo poner un título o contar una historia de forma que se entienda correctamente. Por ello, las distribuidoras en España y América latina no han vacilado en dar un paso al frente para corregir el daño que semejante falta de competencia podría ocasionar en el público de habla española.

Los subtítulos en castellano, que aparecen junto a los títulos originales, es un frente abierto por los críticos. A veces, difieren por completo entre sí, pero, normalmente, ambos idiomas comparten el mismo concepto. Según la experiencia vivida por Boero Lutz a veces suelen adjudicarse por cuestiones de copyright: “Nosotros tenemos que mostrar algo propio. Hay películas que tienen el mismo título en inglés y, a nivel administrativo, a la hora de calificarlos  en el Ministerio, se tienen que diferenciar. Por eso solemos ponerles un subtítulo”.

También sucede el caso contrario, que varias películas lleven el mismo título  en su traducción al español. Incluso hasta tres veces han llegado a coincidir el mismo nombre en películas distintas, como ‘Al límite’ o ‘Fuera de control’. Alejandra Díez Alonso se pregunta: “¿Cuántas películas hay con las palabras ‘sombra’ y ‘duda’ en su encabezado?”. Para tratar de dar una respuesta, los expertos como Boero explican que a veces se comercializa un título recurrente para que el espectador pueda asociar a la película el género y las sensaciones que han experimentado en ocasiones anteriores.

Se trata de un tema controvertido ya que genera una confusión que es fácilmente evitable. No obstante, a las distribuidoras no les preocupa porque el espectador medio no suele acordase de los precedentes. Su principal interés reside en hallar los recursos para llenar una sala lo máximo posible,  la trayectoria posterior de una película no es de su incumbencia.
La vulgarización de algunos títulos cercanos a la comedia, entendida como  una pérdida de la formalidad o un abuso excesivo de la jerga coloquial, es otro de los casos que más quejas despierta entre el público especializado. El ejemplo que más suele nombrarse es el de ‘Cuestión de pelotas’ (‘Dodgeball’). Tras él, ha habido varias películas que han contenido la muletilla ‘por pelotas’, un precedente que no suele gustar a la crítica. BoeroLutz da su opinión: “Yo creo que si estás vendiendo una película gamberra hay que darle un título macarra, se busca una cierta correspondencia con el público al que va dirigido. La audiencia es la que manda”.

Los distribuidores quieren que la crítica sea más tolerante ante sus acciones, que se pongan en su lugar, comprendiendo las causas que motivan sus decisiones. Son muchos los aspectos que provocan disconformidad en los críticos, sin embargo, éstos no pretenden que las distribuidoras cambien sus objetivos. Según ellos, no es algo incompatible con hacer un buen trabajo y muchas veces, piensan, los resultados podrían ser más comerciales si se tradujera el título de una forma más literal.

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